A veces lo que tanto hemos anhelado siempre ha estado a nuestro lado.


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“El arte es solo algo bonito
pinturas de adorno
para tener junto al decoro
y sentirse bien rodeado de oro”.

Él no entendía porque tanto escándalo,
que si el original, que si la copia.
Mejor vender ochenta que quedarse sin comprar el auto del momento,
 o dejar de tener la casa llena de muchos trofeos.

No podía sentir aquella emoción irradiar
cada vez que alguien miraba el cuadro
y que al comprar
daba elogios sin pensar…
Que eso lo era todo y más.
Era su alma plasmada al oleo
su fluir de sentimientos,
parte de su cuerpo,
de su mente…, de sus pensamientos.
Es llegar a sentir algo,
provocar una emoción
como quien dice:
atrapar al lector.
Es amar, es crear algo de ti,
es parte de tu psique,
de tu pasado.
Quien ve lo que has creado,
quien realmente mira,
puede tener un atisbo
de lo que se guarda en las profundidades del iceberg,
no solo lo que dejas ver por cortesía,
o por gusto o por cuestiones de la vida,
¡puede verlo todo!
La evolución.
El cambio.
La madurez.
Todo
se
refleja.
A medida que creces,
también lo hace la mente,
el intelecto,
hasta los sentimientos son diferentes;
y eso se transforma en nuevas líneas,
pinceladas que destellan lo que amas
en ese pequeño instante…
Las pinturas, los cuadros
son del pintor
lo que las rimas y versos al poeta,
lo que las fabulas y relatos al cuentista,
lo que los libros y las revista a la chica solitaria,
lo que la cocaína al adicto…
¡Es el mundo! ¡Su mundo!
Pero no muchos lo entienden,
la lógica es más fuerte.
Creer que algo es lindo porque brilla
y no porque representa la vida
de alguien,
de ti,
de mí,
de todos…
El arte no es solo arte
porque se exhibe en un museo,
o porque domina la técnica y la destreza…
Es más. Simplemente más.
Pero explicarlo así
es como hacer entender
lo que está mal con el mundo,
como poner un límite en el universo,
como contar las estrellas del firmamento.
Debes dejar de mirar con los ojos
y realmente ver con el corazón.
Sentir.
Sentir.
Sentir

Photo by Alp Allen Altiner on Unsplash

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Inanna, 
Astarté, 
Turán, 
Ushás, 
Aurora, tal vez. 
Pero yo prefiero: 
Afrodita. 

Eres la personificación de la lujuria, 
del sexo y la pasión. 
Clamas por amor, 
y buscas atención. 
Ingenua e inocente no eres, 
atraes a los hombres con tu belleza y seducción. 
Surgiste de la espuma, 
y apareces al anochecer. 
Venus, quizás; 
estrella vespertina de la fecundidad. 
Asociada estás 
a la innata beldad, 
a la pureza del mar, 
al dulce perfumar de las rosas, 
del mirto y los manzanos. 

Diosa, Diosa del amor
Creas zozobra, 
con tu exquisito proyectar, 
ven aquí 
e inspírame a pecar. 
Olvidémonos del amor, 
dejemos solo la pasión, 
vivamos el sueño erótico del candor, 
del sublime y tóxico valor. 
Vivamos el momento 
y olvidemos el resto. 

Oh, Afrodita, 
dame tu elixir, 
para yo tentar 
al más ingenuo del cosmos 
y hacerlo caer al abismo de mis brazos 
y arrullarlos con mis cantos.

Photo by Alice Mourou on Unsplash

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Efímero fue tu amor, tu deseo de estar conmigo, siempre. Decías que no podías vivir sin mí, no concebías la vida sin que yo estuviera a tu lado: apoyándote, sacándote de dudas, ayudándote a resolver esos problemas agobiantes en esas largas madrugadas y eternos fines de semana. Iba contigo siempre a tus clases, a tus reuniones con amigos; me tenías a la mano constantemente por si te pedían algún favor de último minuto, para resolver una duda o un inconveniente dificilísimo. Te amaba, me amabas…Era en quien más confiabas. Era todo para ti. 

Pero el tiempo pasó y poco a poco empezaste a quejarte sobre ya no ser lo suficientemente buena para lo que enfrentabas, de que las cosas cambiaban y evolucionaban… Más yo no lo hacía;  según tú, estaba perennemente condenada al pasado. Tus palabras me llenaban de miseria. Me sentía usada, ultrajada… Pensé — ¡qué tonta!— que lo solucionaríamos, que al final verías que seguía teniendo mucho potencial, más que esas otras que solo sabían hacer cosas básicas. Pues no. 

Un día llegaste con otra — ¡jadeo!—; que si las nuevas funciones, que si las integrales… 

— ¡Una maravilla!— Exclamaste con apremiante júbilo refiriéndote a esa fx-570Es Plus. 

Como si fuera del otro mundo, no le llegaba ni a los talones a la Hp 50g, pero tú estabas eufórico porque la adquiriste a un bajo precio — ¡qué ultraje!—, una calculadora de segunda mano, quien sabe lo que le habían hecho antes de que llegara a tus exquisitas manos…

Protesté, grité, pero nunca viste los números en mi pantalla nuevamente. Me sentenciaste al fondo de un armario. Y ahí me dejaste. 

Hoy, aun sola y en desuso, escribo estas burdas líneas para demostrarle al mundo, a ti,  lo fugaz que fueron tus sentimientos. Y como todo se desmorona con el paso del tiempo. 

Nada, señores, nada es para siempre. 

Y antes de dar mi último aliento, puesto que ni las baterías te dignaste a reemplazar alguna vez, te digo: yo te amé con cada componente, con todos mis circuitos. 

Estoy segura de que esa por la que me cambiaste, algún día, te dejará desamparado en tus momentos de necesidad para regresar a las manos que la encendieron por primera vez. Recuerda, el primer amor nunca se olvida.

Adiós... Tuya eternamente:



fx-82 MS.



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Cuenta una extraña leyenda que por allá en aquella vieja aldea 
hubo una vista extraña, más extraña que mirar en tu casa a la DEA. 
Eran esqueletos que leían a la luz de las velas...

Nadie podía comprender su tarea; 
embelesados se quedaron, observando la faena. 
Pero ninguno emprendió el viaje para mirar más de cerca, 
o incluso para unirse a la fiesta. 

Solo un niño llegó y el camino a andar echó 
para llegar junto a las osamentas, que con apremiante júbilo lo acogieron . 
Chocolate caliente le ofrecieron 
y lo sentaron a un lado con un viejo texto 
que le mostró las maravillas de un mundo, lejos. 
Que en sus sueños aún puede recordar, 
porque la belleza proviene de ese lugar.

Photo by Aaron Burden on Unsplash

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La imaginación, cada vez es menor. 
Las computadoras, cada vez son más. 
Las lágrimas ahora son digitales. 
Los amores, virtuales. 
Los bosques, imágenes. 
¿Qué nos pasara? 

Seremos solo un Nick, 
una dirección, aquí, 
un blog por allá. 
Las citas, páginas. 
Los café, un gif, quizás. 
¿Para qué salir de casa? 

Mejor doy un par de clic 
y me voy a dormir. 
Somos víctimas de una sociedad 
donde te señalan y te maltratan.
¡Solo quieres escapar 
de tanta atrocidad!

Atormentan tus días,
se roban tu risa,
te quitan los sueños
y te convierten en un infeliz...
para ir por ahí
haciendo lo que ellos esperan de ti.
¿Qué más puedes hacer salvo sucumbir?

Detrás de una computadora 
la protección has de encontrar. 
Una nueva versión 
de ti, de tu vida. 
Mucho mejor 
¿Para qué más?


Photo by Parker Byrd on Unsplash
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Tiene el derecho a guardar silencio. Cualquier cosa que diga puede y será usada en la creación de una historia que podría o no convertirse en un best seller mundial...

Photo by rawpixel.com on Unsplash

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Allí estaba ella; sus manos, amasando, moldeando, sintiendo la textura. Sus ojos, cerrados para el mundo gracias a una delicada y suave bufanda rojiza. Estaba cansado de la perfección, de actuar para agradar. Pero ella, dios mío, ella era diferente —con el riesgo de sonar cliché—. Me complementaba, entendía las palabras tras todo ese velo de fanfarronería y falso orgullo. No se cohibía para decirme mis verdades, para negar alguna petición que osaba hacerle. Ninguna otra —o por lo menos no las chicas que había conocido antes que ella— habría accedido a hacer lo que ella estaba elaborando. Una anormal sensación amenazaba mi corazón, lo rodeaba y se irradiaba además por el resto de mi cuerpo. 

No comprendía, mi vida se estaba cayendo a pedazos, mi carrera estaba en un hilo, me despidieron de mi trabajo, no sabía que iba a pasar mañana. Sin embargo ella ni se inmutó, aquí seguía a mi lado. Así que decidí poner todo en un baúl en mi mente, cerrarlo y olvidarme de todo salvo sus manos, sus finas y exquisitas manos y como sus dedos recorrían cada línea, suavizando, perfeccionando… Sentía que se relajaba tanto como yo. Una atmósfera de paz nos cubría, una calidez centelleaba de su cuerpo. Observarla, tan cerca, era mi nueva tarea favorita. Y cuando me aproximé a susurrarle al oído percibí como se estremecía y se repartía la famosa piel de gallina por su cuello y por sus tersos brazos. 

Al terminar, tomó lo que había hecho y lo puso con delicadeza en un tazón. Me apuré a tapar la masa y a quitarle la venda. Su mirada perdida se detuvo en mí y lo supe. Supe que no iba a ser el mismo. Querría estar con ella cada mañana, tarde o noche. Que me acompañara en la cocina, que me ayudara a elaborar el pan cada día, que me rodeara con sus esbeltos brazos y me mirara a los ojos, siempre. Nunca algo tan mundano se había sentido tan celestial.

Photo by Kate Remmer on Unsplash

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