Hola, espero que estén bien, ayer mientras navegaba en Internet me encontré con este poema y me gustó tanto que decidí compartirlo con ustedes. Lleva por nombre, tal como indica el título de la entrada, "No culpes a nadie".



Nunca te quejes de nadie, ni de nada,
porque fundamentalmente tú has hecho lo que querías en tu vida.

Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo 
y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error.

Nunca te quejes de tu soledad o de tu suerte, 
enfréntala con valor y acéptala.

De una manera u otra es el resultado de tus actos 
y prueba que tú siempre has de ganar.

No te amargues de tu propio fracaso ni se lo cargues a otro, 
acéptate ahora o seguirás justificándote como un niño.

Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar 
y que ninguno es tan terrible para claudicar.

No olvides que la causa de tu presente es tu pasado,
así como la causa de tu futuro será tu presente.

Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones, 
de quien vivirá a pesar de todo, 
piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo 
y tus problemas sin eliminarlos morirán.

Aprende a nacer desde el dolor 
y a ser más grande que el más grande de los obstáculos, 
mírate en el espejo de ti mismo y serás libre y fuerte 
y dejarás de ser un títere de las circunstancias 
porque tú mismo eres tu destino.

Levántate y mira el sol por las mañanas y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu vida, ahora despiértate, 
lucha, camina, decídete y triunfarás en la vida; 
nunca pienses en la suerte, porque la suerte es:
el pretexto de los fracasados.




Este poema, que un sinnúmero de personas afirman que es de Neruda, mientras que algunos otros alegan que no, me llegó muy profundo en el alma. El porqué, no lo sé. Quizás es muy probable que me viera, me sintiera allí en cada línea. Muchas veces culpé a los demás de las cosas malas que me pasaban… Que equivocado proceder. Ahora lo entiendo.

Cada quien actúa y ejecuta las acciones que crea conveniente, lo que le parezca que es mejor; no obstante, tú —sí, tú— decides si perseguir esos pasos y apagar tu luz o continuar adelante, escuchando las voces provenientes de tu alrededor pero siguiendo siempre los instintos propios. De ahí que aunque los demás digan cosas erradas (y por ello falles) es tu responsabilidad, por no dudar, por esperar que terceros hagan por ti lo que tú harías por ellos.

Esto puede llegar a sonar descarado, incluso cruel. Pero es una verdad muy sencilla.

"Haz el bien y no mires a quien…" Sí, pero sin dejar que eso te destruya. Porque en ocasiones, quieres ayudar ciegamente al resto de los que te rodean, más no te ayudas a ti. O cambias la manera que eres únicamente para que ciertos individuos no se resientan contigo o con ellos mismos. Eso quema, mancilla, destruye y mata lo que eres. Imagínate como una vela y que los demás son el fuego. Si está en la proporción adecuada puedes brillar, iluminar hasta la noche más oscura; por el contrario, demasiado fuego puede hacer mermar tu fuerza, derretir tus ganas de ser lo que realmente eres, quemar tu paz mental, carbonizar tu amor propio.

Sí, es verdad, hay que ayudar al prójimo… Pero no te olvides de ti. Recuerda que eres tu proyecto más importante.

Cuando caigas, sea por la razón que sea, por quien sea, no busques culpables externos. No pienses en que tienes mala suerte. La suerte no existe, no de la forma en la que creemos. Eso es una excusa para los fracasados. Cree en la fortuna, pero vista desde un punto de vista que tal vez, teóricamente, no sea correcto. La fortuna, la buena como tal, es el resultado del trabajo duro. Del sacrificio y el esfuerzo. ¿Cómo es posible que crean que tener éxito es cuestión de suerte? No, no y no. Detrás de todo gran éxito, hay noches de poco sueño, mucho trabajo, lágrimas, sudor y quizás un poquito de sangre...

Para alcanzar algo hay que luchar. Y del dolor hay que tomar fuerzas. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo…Díganmelo a mí, que mientras estas líneas toman forma, mis ojos no dejan de llover. Y aun así, en el desconsuelo es donde consigo la mayor fortaleza. Sé lo que se siente fracasar y no es algo que me agrade mucho. Mi consuelo lo encuentro siempre en las matemáticas: “En una gráfica parabólica cóncava hacía arriba, llega un momento en donde la función debe llegar a un mínimo, para luego volver a subir”. Sé que estos momentos son necesarios, es parte de crecer, de vivir. Y como dicen por ahí: “después de la tormenta llega la calma”. Aunque de vez en cuando me sienta más como la función coseno o como una montaña rusa que sube, llega al máximo y luego cae al vacío. Más, se levanta y vuelve a remontar esa onda llamada vida.

Por eso sonrío con fuerza cuando hay que sonreír, río, bailo cuando vengo en el bus después de una larga jornada de estudio. Hay que apreciar los pequeños momentos de paz. Estamos viviendo una época muy dura para todos, nadie se salva. Empero, hay dos opciones: dejar que la ola te arrastre y te arrase o insistir, persistir y no desistir. 

Cuando aprendamos a confiar en nosotros, a ser responsables de lo que decimos o no, a ser fieles a nuestro pensar, podremos dejar de ser “víctimas” de un sistema que oprime el verdadero significado de estudiar, del talento. Cuando dejemos de estar enfadados con lo que “nos tocó” y asimilemos lo afortunado que somos solo por tener vida, entonces muchas cosas cambiarán, tomarán forma y ese bloqueo emocional cesará. 

Al fin y al cabo, cada acción tiene una reacción —no lo digo yo, lo dijo Newton hace muchos años—, y tú y solo tú eres el responsable de eso y debes asumir las consecuencias con valentía.

Tal vez estas palabras que he escrito aquí no tengan nada que ver con la idea original del poema; no obstante, fue lo que surgió al reflexionar después de leerlo.

Espero que les haya gustado tanto como a mí, recuerden que para cualquier sugerencia pueden comentar o dejarme un mensaje por el formulario de contacto; un abrazo desde la distancia,


—Tef❤


Fuente de la imagen: Aquí

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Un sueño lejano. 
Una sonrisa cautiva. 
Un árbol desecho. 
Un cielo lleno de residuos 
y no de luceros. 
Una tierra marchita 
llena de malos graneros. 
Una niña rota, 
lejos de muchos “te quiero”.


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